La cultura laboral mexicana nos enseña, desde la infancia, que el trabajo es el eje rector de la vida. Estudia para que tengas un buen trabajo, Si consigues un buen empleo, tendrás éxito, son frases comunes que, más que orientar, prescriben una narrativa que entrelaza el deseo de autorrealización con la obligación de insertarse en el sistema productivo. Así, se da por sentado que tener un empleo es sinónimo de plenitud, cuando en realidad, es apenas el punto de partida para una discusión más compleja: la del sentido del trabajo y la experiencia subjetiva de la satisfacción laboral.

En los hechos, muchas personas que logran insertarse en el mundo laboral no necesariamente acceden a condiciones que propicien el bienestar. El simple hecho de conservar un empleo en medio de una crisis económica suele generar una falsa sensación de satisfacción. Como advierten Gutiérrez et al. (2022), «los trabajadores se sienten satisfechos por tener un trabajo […] el nivel de exigencia disminuye» (p. 11). Es decir, en contextos de precariedad e incertidumbre estructural, se normaliza que el trabajo cumpla con una función meramente instrumental: sobrevivir.

Pero ¿podemos hablar de satisfacción si el estándar es tan bajo? ¿No deberíamos preguntarnos si conocemos, como sociedad, lo que realmente implica trabajar con dignidad, desarrollo y sentido?

Sesgo de las redes sociales

Las redes sociales nos hacen rechazar la realidad y pasar por alto las verdaderas condiciones laborales, creando expectativas irreales sobre lo que significa el «éxito profesional».

La paradoja de la satisfacción laboral en México

En México, como en otros países latinoamericanos, la amenaza de perder el empleo es una constante. Esta inseguridad laboral condiciona profundamente la percepción de bienestar. En contextos como el mexicano, donde la informalidad, los contratos temporales y los bajos salarios son la norma, el trabajador no se pregunta si su trabajo lo hace feliz, sino si podrá conservarlo el siguiente mes. La revisión sistemática de Gutiérrez et al. confirma esta paradoja: si bien la satisfacción laboral no se ve afectada «de forma general» en tiempos de crisis, variables como el salario justo y la seguridad en el empleo sí se vuelven altamente sensibles (2022, p. 10).

Lo preocupante es que, como sociedad, hemos naturalizado esta condición. Se da por hecho que el trabajo dignifica, sin preguntarnos si el tipo de trabajo, las condiciones en que se realiza y los vínculos que lo acompañan también dignifican. La estabilidad, el reconocimiento, la participación en decisiones, el desarrollo profesional y la salud mental rara vez forman parte del diseño del trabajo cotidiano, especialmente en sectores económicos que sostienen buena parte del país.

El fenómeno de la alta rotación

La alta rotación, por ejemplo, es un fenómeno habitual. Pero no siempre se trata de falta de compromiso. En muchas ocasiones responde a la incapacidad de las organizaciones de ofrecer condiciones que generen apego.

Impacto organizacional

Como señalan Nie, Lämsä y Pučėtaitė (2018), la rotación impacta negativamente tanto en el rendimiento como en el capital social y humano de las organizaciones (como fue citado en Gutiérrez et al., 2022, p. 2).

Interpretación errónea

Sin embargo, en nuestro país la rotación tiende a interpretarse como deslealtad del empleado, sin considerar el deterioro del vínculo laboral en su dimensión más humana.

La colonización del discurso de autorrealización

Más aún, el discurso de la autorrealización personal ha sido colonizado por una lógica neoliberal que transforma todo deseo en productividad. Se nos dice que debemos amar nuestro trabajo, pero sin garantía de reciprocidad por parte de las empresas. Las recompensas extrínsecas —como el salario— siguen siendo, en tiempos de crisis, el factor más determinante para valorar la satisfacción (Gutiérrez et al., 2022, p. 12). Sin embargo, esto también implica que estamos lejos de una vivencia auténtica de satisfacción: solo la ausencia de sufrimiento inmediato parece ser suficiente.

Desde esta perspectiva, cabe preguntarse si nuestra sociedad tiene los referentes culturales y económicos para hablar genuinamente de satisfacción. El trabajador mexicano —y en general el latinoamericano— ha estado históricamente al servicio de intereses económicos ajenos, muchas veces sin acceso a los frutos de su esfuerzo. Como señala el estudio, la cultura también influye: mientras que en países orientales los empleados se vinculan con el futuro de su empresa, en países occidentales como los nuestros predomina la urgencia de conservar el empleo (como fue citado en Gutiérrez et al., 2022, pp. 5-8).

Esta falta de familiaridad con condiciones dignas y estables dificulta la posibilidad de imaginar escenarios laborales donde el trabajo sea una fuente de alegría, y no solo de sobrevivencia. La crisis económica permanente a la que estamos sometidos limita no solo nuestras oportunidades, sino también nuestros deseos. Es decir, nos acostumbra a no aspirar a más.

Realidad vs. Redes Sociales

Mientras las redes sociales muestran carreras idealizadas y «trabajos de ensueño», la realidad laboral mexicana está marcada por la informalidad, precariedad y miedo.

Diferentes puntos de partida

Por eso, hablar de satisfacción laboral en México exige reconocer que no todos partimos del mismo suelo. Mientras algunos países diseñan estrategias para desarrollar el potencial humano, nosotros apenas comenzamos a cuestionar si ese potencial puede desplegarse en contextos de informalidad, precariedad y miedo.

Horizonte pendiente

Como concluye Gutiérrez et al. (2022), «la satisfacción laboral toma mayor relevancia para retener empleados valiosos y disminuir el estrés que las crisis generan» (p. 12), pero esa afirmación parte de un horizonte que todavía no se ha materializado en amplios sectores del país.

Reconociendo nuestra realidad laboral

Así, quizás la pregunta más honesta no es si podemos alcanzar la satisfacción, sino si primero podemos reconocer que no la conocemos. Si seguimos confundiendo trabajo con plenitud y sobrevivencia con éxito, difícilmente podremos construir un horizonte laboral que aspire al bienestar y no solo a la permanencia.

El sesgo de las redes sociales

Las redes sociales nos presentan una visión distorsionada del trabajo, glorificando carreras excepcionales mientras invisibilizan las condiciones laborales reales que enfrenta la mayoría. Este sesgo nos hace rechazar nuestra realidad y dificulta la construcción de expectativas laborales realistas y saludables.

Referencias

Gutiérrez, Ana., Olivera, E., Bastida E., & Castillo, M. (2022) Factores de satisfacción laboral en tiempos de crisis económica. Una revisión sistemática. Revista Científica «Visión de Futuro», 26(2). Universidad Nacional de Misiones, Argentina https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=357969624001